OSVALDA

Surgió de la tierra árida de un modo, que no hay lugar para nombrar, se arrastro bruñida en busca del sol, pero no lo hallo... las horas transcurrían y la oscuridad ya se apoderaba del día. y ella lentamente daba sus pasos, a veces le surgía ese deseo vehemente de salir corriendo, pero su pesada coraza se lo impedía, continuo soportando lo insoportable de su peso, y así mismo de su levedad mental. La oscuridad ya fue irreductible y la irrupción de la luna se apodero de sus ojos, le tendió unas manos que carecía, y desde el cielo la sujeto, ella fuertemente se agarro de sus antenas a su meñique, mientras la luna sorprendida la bamboleaba de un lugar a otro, osvalda experimentando un breve vértigo, se bañaba deliciosamente entre novas refulgentes, que brincaban de un lugar a otro, hasta que un acontecimiento las conturbo, la luna y osvalda estupefactas, con unos ojos saltones y brillantes, tuvieron la sensación de caída, caída mortal, se iban desplomando sus sentimientos, sus ideas, sus sensaciones, lo estaban perdiendo todo en un vacio insondable, no tenían la noción de pensamiento para intentar remediar dicha situación, y así todo cayo se requebrajo, en un abismo abigarrado y misterioso. El abismo pronto se les acerco y con imperativo les dijo: a pesar de sus polaridades disonantes, he decidido unificar algunos difusos fragmentos, y por un tiempo indeterminados estarán unidas por un hilo tangencial, que tejera sus experiencias de una manera que no imaginaran, espero y disfruten de la lúgubre odisea que le espera y surgiendo un vaho a jazmín… desapareció. Desde ese día el caracol tiene argentado su cuerpo y la luna por fracciones en el año despide un color escarlata en su rostro.